miércoles, 5 de marzo de 2014

Trébol de 4.

Quién habrá dicho
que los tréboles de cuatro hojas
traen
suerte.

  Dicen que fue un niño mientras caminaba con su perro una tarde, investigaban el pasto de una quinta
que habían alquilado sus padres un verano del 69´en el Delta, después de una tormenta, buscaban juntos el final del arcoíris, las monedas de oro plateadas por la luz.
Me contaron que ese chiquitín aquél día, un 1º de marzo por ser exacta, se transformó en duende y su perro en un castor que lo cargaba en su lomo tieso de tanto corretear los bosques. Juntos saltaron flores, troncos, construyeron puentes entre los charcos, del menor al mayor con las ramas que encontraban sendero a sendero.
Al encontrarse justo en el centro del jardín, lo vieron. Ahí estaba, el de los cuatro pétalos verde.
Ahí mismo el niño lo bendijo: - Amante de la suerte, Trébol de cuatro hojas, eternamente.-


El perro aulló al infinito hasta que la llovizna volvió a recordarles en que estaban. Se fueron del centro de la escena, quedando ahí mismo solo el yuyo en la garúa que refrescaba el atardecer.

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