Eterna libertad cautiva con alguna bebida espirituosa, con un sonido microtibio de los labios que besan bocas humanas, bocas de las botellas que lo rodean en el predio costero, con los ojos que esperan un guiño, un sonido perdido, un chirrido, ese adulto que quiere seguir siendo niño.
Se va el tren, se va el barco mientras se pierde entre las piernas de la nada, del todo junto y mojado, embadurnado.
El viejo es un barrilete que busca ser amarrado. De pronto el se transforma en la tripulación de un barco pesquero perdido entre un cardumen de sirenas.
Le pasan por enfrente, les chista, las piropea y le da vueltas la cabeza como un trompo.
La tormenta, el viento, aurora y un pájaro que le canta sentado sobre su hombro izquierdo, específicamente donde empieza la clavícula pasando primero a revolverle el pelo y el bigote.
Con alguna bebida espirituosa sentado en la sombra, con un sonido microtibio de sus labios que ya besan a cualquiera, se para en la orilla del río amarronado y solamente moja los pies. Alguien secuestró del río el reflejo de la luna. Ya no puede ver. Tiene miedo de ahogarse. No sabe nadar, el ya no juega a nada. Solo espera vivir en su eterna libertad cautiva.
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